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martes, 7 de junio de 2011

Estrella y Carlos


Siempre he sido un poco rebelde, nunca me han gustado ni las normas, ni las modas y he creído en la libertad del individuo y que el desconocimiento del futuro da razón al presente. Me llamo Estrella, soy morena, tengo un niño de siete años y peso algunos kilos más de los que debería de pesar (pocos), pero me quiero y me admiro, ahora más que antes.
Cuando me casaron, con un marido limitador y limitado, comencé a ver lacrarse puertas, día a día veía como se cerraban frente a mí. Posibilidades que había tenido, pero que en el nuevo contrato de la vida ni siquiera estaban contempladas. Esperé el tiempo máximo que podía aguantar en aquella situación,  y por fin quedé libre del limitador, de tanto lacre y de las paredes que soportaban las puertas. Ahora estoy separada de un amor oficial  y bien situado de juventud,  al que fui llevada como única salida a mi situación laboral y personal.
Desde pequeña he sido muy sensual, vamos que me ha gustado pasarlo bien, sin gastar mucho, utilizando mis propios recursos y los de los y las demás. Como decía mi amiga Mayte: no es de sabios limitar los placeres. Entre las cosas que no he limitado nunca, está el encanto de una buena tarde o un buen fin de semana con alguien especial que te haga sentir lo que tú creías que no podías volver a experimentar. Ese entregarse sin reservas, como si fuera lo último que vas a hacer en la vida, y que después no tendrás que justificar ante nadie... De esos que suceden pocas veces y se sueñan muchas. Ahora con cierto control, que me sirve para disfrutar aun más, he dejado mi alma y mi vida sin cancelas, abierta a lo que venga. Y cuando me muera que me entierren.
Mi hijo es lo más importante de mi vida y todo lo estructuro con respecto a él. Carlitos no tiene la culpa de que Carlos, su padre, cuando lo vio con la cara típica de los niños que tienen su enfermedad y supo que con un corazón tan débil, a lo mejor no resistía mucho, no se pudiera enfrentar a la situación y decidiera poner la panadería a mi nombre y desapareciera. Se fue a buscar relaciones más sencillas, sin tanta responsabilidad. Nadie puede juzgar lo que hay en la cabeza de otra persona; no le culpo, pienso que cuando se rompe una cosa al menos hay dos trozos, dos partes, dos opiniones... incluso le agradezco que me permitiera dar al niño un amor que él no conocía y me dejara la libertad de poder volver a ser quien era cuando le conocí.
Ahora cuando Carlos está con mi madre o con sus primos, en casa y fuera de ella, puedo comportarme como en mi interior seguía siendo, pero adaptada a mi nueva situación, es decir, el idealismo y las ganas que tenía a los quince años, pero con la experiencia y sobre todo con la tranquilidad y el poso de la edad que tengo.
Aunque no soy muy alta, estoy bien proporcionada y soy agradable; vamos, resultona, por lo cual no me resulta difícil buscar entre personajes que han pasado la cincuentena como yo, y elegir con cierta facilidad mis ligues. A veces necesito la complicidad de una mujer, no quiero tener que estar alerta, prefiero dejarme ir. Otras prefiero proteger, me siento fuerte y quiero sentir el poder de la protección, lo mismo a ellas que a ellos, aunque con los hombres algunas veces tienes que estar más atenta y sobre todo ser un poco lo que esperan de ti, sin serte infiel a ti misma, no te puedes descuidar mucho, y eso requiere algún trabajo extra.
Busco un ligue besucón y temporero. Que sepa besar. Que use y abuse del beso, de todos, y que me enseñe, acepte y valore los míos como yo haré con los suyos.
Temporero, significa que en la temporada que esté, dé todo, pida todo y que acabada la campaña, desaparezca hasta el siguiente verano, por ejemplo. Que me de cariño comprensión y compañía, no como una mascota, sino como un igual, alguien que busque la misma libertad que yo.
En la Asociación viajamos mucho, y en uno de esos fines de semana que se sueñan y se viven raras veces, coincidí con una pareja Armando y Rocío. Eran de Perú, sobre todo él. Tenía rasgos de indio tranquilo y trabajador. Enseguida congeniamos y en pocas horas es como si nos conociéramos de toda la vida. Ella más menuda y delgada podría pasar por nórdica por el color claro de su piel y la belleza de sus ojos claros. Parecían muy amables y serenos, pero cuando Rocío pudo hablar conmigo a solas, me empezó a contar los problemas que tenía con su marido. Nos fuimos a mi cuarto, y mientras hablaba, la noté desprotegida y comencé a abrazarla y a besarla, ella al notarse querida y reconfortada respondió a mis besos, abrazos y primeros acercamientos. Parecía una hembra en celo escondida en un alma cándida. Cuando se liberó, olvidó nuestra incipiente amistad y se lanzó sobre mí exigiéndome que le arrancara todo el placer que llevaba a flor de piel; quería ponerse al día con urgencia. Yo había observado en la playa su cuerpo cuando nos conocimos; labios de marfil, pechos de muñeca y caderas de lago tranquilo en las que bucear al atardecer sin prisas. Ella me pedía que fuera nadando por todo su cuerpo, haciendo los altos pertinentes, desde los labios hasta su lago, en el que parecía querer ahogarme. Sus orgasmos eran pequeños movimientos de dudas, un silencio de corchea y un bamboleo sin control. Era maravilloso verla con los ojos cerrados y ese montón de medios giros continuados que la dejaron exhausta a ella y envidiosa a mí. Menos mal que Armando, al día siguiente, me contó en su cuarto los problemas que tenía con Rocío.
 
Virtudess

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