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viernes, 20 de diciembre de 2013

Saber hacer



Mi amigo Príncipe Alí, ni es príncipe, ni se llama Alí, pero lo otro sí. Le conocí en la playa por accidente, no dejaba de mirarme, pero era una mirada distinta de la de los otros que miraban mi cuerpo semidesnudo. A pesar de no ser muy exuberante, reconozco que mis volúmenes son suficientes, y que sabiendo usar bien las cosas, no hay que tener más. Creo que el ser conocedora de mis posibilidades, y el sentirme segura de mis habilidades se nota. No es fantasmear, es realidad, y como cuando quiero lo demuestro, me siento muy segura de lo que tengo, y creo que lo transmito.

Decía que Alí me sostenía la mirada sin ninguna agresividad, era confortable, a pesar de no conocerle de nada. No me hacía sentir incómoda, al contrario, lo sentía como un halago. A pesar de que estaba acompañado, por una mujer, que por la edad, imaginé que sería su esposa. Allí estaba yo, como tantos días en la playa, provocando con mi cuerpo y a veces con la mirada. No lo hago con intención, lo considero un juego, una forma de divertirme y relacionarme. Alí pasó por mi lado, y con toda la naturalidad del mundo me dijo: voy a tomar algo ¿te vienes? y siguió andando sin volverse. Había entrado en mi juego, quiero decir, yo en el suyo, porque un hombre mayor que yo, y acompañado, nunca hubiera sido el blanco de mis juegos. Al minuto le seguí, y nos saludamos en la barra como dos viejos amigos que se vuelven a encontrar. Se presentó, me presenté, y con los primeros sorbos, comencé a confiar en él.

En la cama resultó ser experto. Sabía hacerme desearle, luego se paraba, comenzaba de nuevo, y yo que llevaba medio camino andado, me desesperaba y le urgía. En esos momentos volvía a empezar. Hasta que entendí su velocidad, le arranqué momentos salvajes de éxtasis solo para mí. Llegué a pensar… soy como el típico macho egoísta…
Pero él no decía nada, solo me miraba, me volvía a excitar, y otra vez lo mismo. Cuando aprendí su savoir faire, fue el primer hombre que vi disfrutar como una mujer, con esas pequeñas contracciones. Menos en número, pero más intensas. No solo una vez, como la mayoría de los hombres con los que había estado hasta entonces.

Me adora, se ha enamorado de mí de forma obsesiva. Y aunque sigue casado, sé que nunca dejará a su mujer. No por cobardía, sino porque sus leyes le impedirían casarse conmigo, aunque creo que seguiré siendo su amante toda la vida. Esa forma de deseo, de mirarme día tras día, que noto que no se apaga, al contrario, cada día le veo más enamorado… Pero por ser fiel a sus códigos, nunca podremos disfrutar; él de libertad, y yo de absoluta entrega. Una parte de él siempre será prisionera de sus leyes.

VIRtudess

2 comentarios:

  1. Deseo clandestino...

    A veces es difícil sobrevivir sólo con los rescoldos de su recuerdo.

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  2. ¡Ay, lo importante es sentir, los sentimientos que se plasman cómo luz en las sombras, resaltando las formas, los conceptos... amores imposibles y clandestinos, siempre los hay...!

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